En los años ochenta un incendio arrasó parte de Conservas La Polar y convirtió en cenizas las cámaras frigoríficas. Con el siniestro llegó una decisión: no se volvería a congelar el bonito en Conservas La Polar para evitar así que se resecara y perdiera propiedades. La decisión cambió el rumbo de la empresa y consolidó su carácter artesano.
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